Un grado que llegaba, se sentaba dándome la espalda y se ponía a tirar cosas. Que tenía un desnivel importantísimo, con chicxs que escribían cuentos y hacían cuentas mentales y otrxs que no estaban alfabetizados y no lograban resolver cuentas sencillas.
Un grado en el que la mayoría de lxs alumnxs tenía alguna situación personal complicadísima.
Fue un año difícil y maravilloso...
Después de todo eso, lxs chicxs aprendieron. Todxs están leyendo y escribiendo y hablando de matemática. Todxs pueden escribir sobre sus aprendizajes y hablar de ellxs. Se empezaron a llevar mejor. Están más grandes. Y todos los resultados que pudieron ir conociendo en esta página a través de las experiencias relatadas.
¿Qué hice con ese grado? Es lo que me toca pensar ahora. Pensarlo y conversarlo con mis maestrxs y compañerxs de siempre. Y con ustedes. Pero voy a tratar de hacer una primera aproximación.
Me parece que en todo este cambio hay un par de puntos importantes, aunque no maravillosos. Pienso que no hice nada tan distinto a lo que hace cualquier docente comprometidx. También pienso que es importante buscar lineamientos y dejarlos por escrito. Acá voy...
¿Qué hice a lo largo de este año que pueda haber ayudado?
-Me preocupé por conocer a mis alumnxs. A ellxs con sus miedos, sus historias, sus intereses, sus facilidades y dificultades. Y partí de ahí para relacionarme.
-Busqué que los demás también conocieran al otrx. Creé espacios de conversación, asambleas, momentos de encuentro. Traté de hacer del aula un lugar de socialización.
-Me puse objetivos y planifiqué secuencias para cumplirlos. En esas planificaciones busqué continuidad y espiralidad. Quise volver a los conocimientos anteriores y profundizarlos. Traté de que fueran interesantes y motivadoras.
-Llevé a cabo esas planificaciones conversándolas y analizándolas con lxs chicxs.
-Remarqué, cada vez, los avances que iba viendo. Después de un tiempo, ellxs empezaron a hacerlo también.
-Tuve paciencia y confianza.
-Los quise mucho.