Tomémonos un rato para pensar de verdad sobre esta pregunta.
La docencia, labor que actúa directamente sobre las relaciones humanas; que transmite conocimientos valorados por una sociedad; que actúa sobre una porción enorme de la población humana mundial es, entonces, productora de cultura. Y a su vez es, en tanto productora de cultura, un trabajo.
Una pregunta interesante sería qué tipo de cultura produce, de qué manera. Al enseñar estamos actuando sobre un elemento muy particular de la naturaleza: el ser humano mismo. Que es a su vez producto de multiplicidad de culturas en tanto costumbres generales de la sociedad en que vive y particulares de sus grupos de pertenencia. Es decir, la educación actúa sobre un ser complejo, con un bagaje cultural enorme y no sobre material en blanco. Al mismo tiempo, debido a su enorme alcance, actúa sobre la sociedad en su conjunto. Sociedad en la cual se han establecido como naturales gran cantidad de aspectos culturales construidos con el correr del tiempo.
Esta condición de la educación genera sobre ella, muchas veces, la exigencia de reproducir lo que se ha naturalizado como normal y aceptable en la sociedad sobre la que actúa. Por otra parte, la necesidad de establecer un diálogo entre las partes exige manejar códigos en común que obligadamente deberán buscarse en la historia social y personal de los involucrados.
Si nos quedáramos en este punto de la reflexión, deberíamos reconocer que el leit motiv de la docencia es transmitir conocimientos acabados entendidos como valiosos para la cultura y la historia de un pueblo.
Sin embargo este razonamiento tiene varios problemas:
- Los contenidos enseñados en la escuela son selecciones realizadas por un grupo reducido que ocupa un lugar de poder habilitante a realizar la elección. Responden, por lo tanto, a los intereses de dicho grupo y no a la pluralidad de voces que componen a quienes serán sujetos de enseñanza.
- Lo entendido como natural dentro de la cultura de un pueblo es, en realidad, una construcción histórica que nace de las relaciones con la naturaleza y con otros seres humanos.
- La naturalización de los hechos culturales obstaculiza el cambio y también responde a los intereses de grupos reducidos que se encuentran beneficiados por dicha naturalización.
- Si la cultura es el resultado de las interacciones humanas, es una construcción. Y por lo tanto es dinámica y factible de cambio.
Antes dijimos que la docencia es generadora de cultura y no una mera reproductora. Si se asume que el hombre es productor y producto de cultura desde el nacimiento, se puede comenzar por analizar este hecho en sí mismo. Analizarlo implica reconocerlo y desnaturalizarlo: reflexionar sobre él, entender el motivo y comenzar a verse a uno mismo y a los demás como transformadores de la naturaleza y por lo tanto, productores de cultura. Es decir: se trata de asumir la cultura como algo dinámico y transformable.
Entonces, el rol de la educación sería brindar herramientas de análisis y transformación de la realidad. Al brindarlas, estará dando la oportunidad de reflexionar sobre las mismas relaciones humanas, desnaturalizándolas al mismo tiempo que a los hechos culturales. Al hacer esto, la educación estará generando cultura en tanto posibilidad de movimiento social y cultural; y estará, a su vez, asumiendo una postura política.
¿Por qué enseñar, entonces? Porque la docencia tiene la posibilidad, por su función misma, de ser fuente de resistencia. Porque, asumiéndose como un espacio político de actuación sobre las interacciones humanas, tiene la responsabilidad de generar reflexión y desnaturalización constantes. Porque puede ser generadora de preguntas y cuestionamientos y, por lo tanto, de cambios en todos los niveles de actuación del ser humano.